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manifestación 15-M

¿Lo llamaban democracia? La crítica estética de la política en la transición española y el imaginario de la historia en el 15-M

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Este artículo se ocupa de la relación entre la transición española y el ciclo histórico comenzado en 2011- y después del 15-M-, estudiando sus respectivos imaginarios de la temporalidad, sus horizontes de expectativas y sus espacios de experiencia (Koselleck). Argumento que, en España, en el contexto actual, tienen lugar prácticas memoriales de recuperación activa de formas políticas y estéticas propias de los años setenta. Para ello, resumo y discuto algunas de las últimas investigaciones alrededor de la transición española, así como mis propios trabajos, para concluir que, si buena parte de la historiografía había construido un relato del proceso en clave institucional y desmovilizadora, hoy, en el espacio público, están teniendo lugar transmisiones de memoria intergeneracionales en las que el elemento clave a la hora de entender la transición es la contestación popular.

Autores: German Labrador
Fuente: Ebro : Kamchatka, Revista de análisis cultural;
Fecha: 28 de Noviembre de 2.014
Descripción documento: PDF; 51 pág.; descargable.
Publicado primero y referencia para citas: DOI: https://doi.org/10.7203/KAM.4.4296

Un amigo me envía un correo el 22 de mayo de 2011. Es su respuesta a uno anterior, cuyo asunto dice “todos a Sol”. Sol se refería, claro, a la plaza de Madrid, en aquel momento ocupada por una multitud de ciudadanos que, en un ambiente de euforia cívica, allí y en decenas de otras ciudades, y a lo largo de la semana anterior, han establecido acampadas, discuten en asambleas cómo quieren vivir juntos y rechazan los límites de un sistema político y económico basado en la libertad de mercado y en la democracia representativa. Las demandas que, en los días siguientes, se fueron concretando tenían por eje la reclamación de la soberanía política popular, que habría sido escamoteada a la ciudadanía por sus representantes electos. El lema de la manifestación del 15 de mayo que dio inicio a las protestas lo resumía perfectamente: no somos mercancías en manos de políticos y banqueros. Tres días después, en su Manifiesto Fantasma, los mismos individuos afirmaban protestar por “el descrédito […] de las instituciones que dicen representarnos convertidas en meros agentes de administración y gestión, al servicio de las fuerzas del poder financiero internacional” (VVAAb). En el grito Democracia Real Ya, cristalizaba su voluntad política de salvar la distancia que, para ellos, se habría creado entre las formas democráticas y sus contenidos, entre el espíritu original de la democracia y su desnaturalización efecto de la captura de la política por parte del poder financiero, un fenómeno característico de la globalización neoliberal (Genro, 2001).

La reclamación de una democracia real por venir servía para caracterizar como falsa democracia aquella existente. Gracias a esta inflexión estética en el lenguaje, lo real conocido se negaba como lo único real posible y lo utópico pasaba así a imaginarse como real posible. El lenguaje estaba en movimiento: revolución, pueblo, ciudadano, democracia, representación… el significado del conjunto del vocabulario político básico había cambiado en cuestión de días, sino de horas. Estábamos asistiendo a una transformación del vocabulario epocal, a un corte de lenguaje, del cual se tomaba conciencia a medida que las concentraciones espontáneas de los primeros días desembocaron en un proceso multitudinario que era colectivamente percibido como algo nuevo en el mundo (y cualitativamente distinto a todo lo demás), algo que tenía el poder de cambiar la descripción compartida de la realidad. Un acontecimiento, diríamos, siguiendo la teoría de Badiou, o la de los propios manifestantes anónimos, quienes afirmaban, en ese mismo manifiesto, que “esto [el 15-M] es un acontecimiento, y como tal un suceso capaz de dotar de nuevos sentidos a nuestras acciones y discursos” (Puntos). A los indignados no parecía darles miedo la teoría de la historia.

15M manifestación

El sábado 21, la Puerta del Sol y las calles aledañas estaban desbordadas [fig. 0]. Un día después, llega el mensaje de mi amigo que me dice que “esto es 1976”.

¿Pero qué quiere decir que esto (el evento 15-M, la experiencia de las calles desbordadas de gente, de días de asambleas, de plazas y de campamentos…) es 1976? ¿Qué significa esta fecha histórica, un año después de la muerte de Franco, en relación con lo dicho y lo vivido en mayo de 2011? ¿Cuál es la relación, si la hay, del 15-M con el postfranquismo? ¿Qué experiencias análogas, qué prácticas pueden servir para comparar el movimiento popular de mayo de 2011 con el año de 1976? Si se considera, por ejemplo, que las claves del 15-M son nuevas y que constituye un movimiento político inédito, por su uso de las nuevas tecnologías y del espacio público, por su manejo de la información y de los lazos comunitarios, por su conexión con olas de protestas más amplias (Primavera Árabe, global Occupy Movement…), ¿qué sentido tenía para un espectador contemporáneo, como mi amigo, remitir a un hecho histórico concreto, local, de significado difuso, traducción difícil y consecuencias interpretativas por delimitar?.

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