Todavía estamos en fase de constitución, pero son ya muchas las amigas y amigos que se nos acercan a manifestar sus primeras impresiones. Nos encanta; el mero hecho de agitar conciencias ya merece la pena. Pero también tenemos que ofrecer respuestas a sus preguntas: ¿Por qué un ateneo? ¿Por qué republicano? ¿Por qué aquí y ahora? La pluralidad del Ateneo no puede ofrecer respuestas únicas, pero estas son las mías.
¿Por qué un Ateneo?
Tudela, la ribera en general, pero Tudela en particular, necesita un Ateneo porque los actos culturales, su política cultural, huele a cerrado. Cada cual programa para su público (sus votantes, sus socias…) y queda con ello satisfecho. El resto de opiniones no importan: son el enemigo. Un Ateneo que se precie de serlo, debe permanecer siempre abierto a toda manifestación cultural… democrática.
Pero también por nuestra firme decisión de no ser complacientes con el mundo de la política, con sus cesarismos y sus sectarismos. Las organizaciones socioculturales tienden a agrupar gentes de pensamiento político similar, algo justo y legitimo, pero insuficiente. Para que los conflictos se solucionen mediante el diálogo, la sociedad necesita espacios de debate abiertos. Los muchos años de dividir a la sociedad entre buenos y malas, es la principal causa del auge de los Trump y Abascal. Toda idea democrática, tiene derecho a ser escuchada. Los discursos de odio no.
¿Por qué Republicano?
En el ideal republicano cabemos más. En su concepción más básica, todo es objeto de deliberación por la ciudadanía: la jefatura del Estado, la unidad territorial, las religiones de cada cual, o incluso el régimen de propiedad. En el ideal republicano, cabe todo lo democrático… ¡pero es un ideal político!, nos alertan.
La cultura de la Transición se empeño en presentar como político, todo lo que no cabía en la Constitución del 78. Lo consiguió. Curiosa paradoja, todo es política menos la Constitución. Ser republicano es político, ser monárquico es “apolítico”. La política cultural es “apolitica”, la cultura popular es “política”.
La “Movida Madrileña”, engendro cultural bendecido por el constitucionalismo, fue ferozmente “apolítica”. Se destruía así el legado de compromiso de toda una generación de antifranquistas; también el de aquellas que lucharon contra Franco pero acabaron defendiendo la Constitución. Sólo quedaron los que ya estaban, los franquistas, claro está eran “apolíticos”. No se trata de negar a Alaska o a Serrat, sino de recordar a “La Ocaña”, Oteiza o Lluis Llach.
No lo vamos a negar, nos sentimos orgullosas herederas del antifascismo ribero, el de los años 30 y el de los 70, de su pluralidad, de su generosidad y de su compromiso vital.
Somos republicanas no para negar a los monárquicos su derecho a serlo, sino para recordar nuestro derecho a no serlo. Somos republicanas para acoger en nuestro seno todo lo quedó fuera de la Constitución. No lo vamos a negar, nos sentimos orgullosas herederas del antifascismo ribero, el de los años 30 y el de los 70, de su pluralidad, de su generosidad y de su compromiso vital. Herederas de las Asociaciones de Vecinos, de los grupos de dantzas, de los clubs de montaña, de los cine-clubs, de la Gestora Prohospital…
-Siempre os lo podíais haber callado, poner sólo Ateneo- nos dicen. Claro, pero igual es que nos hemos cansado de estar calladas. Sobre todo porque hoy en día, 2.000 “apolíticos” tudelanos votan fascismo, mientras la cultura oficial mira para otro lado y gobierna con sus votos. Nuestra cultura es republicana porque es antifascista y si eso es política, bienvenida sea.
¿Por qué aquí y ahora?
La crisis que no cesa, el calentamiento global, la crisis migratoria, la renovada fuerza del feminismo, la gentrificación de las ciudades, la uberización de la economía, la sociedad en red… plantean nuevos retos para los que de poco sirven recetas viejas. Es un cambio de paradigma; estructural. Nuestra cultura, la ribera y la europea, necesita generar ideas nuevas, nuevos grupos sociales, espacios de discusión más plurales y sobre todo más jóvenes. En Europa ya está ocurriendo, aquí vamos con retraso.
Esto es quizás lo más personal de esta reflexión. Las redes ciudadanas riberas, el propio Ateneo, siguen en manos de las protagonistas de la Transición, por eso hay que renovarlas. En eso estamos. Lo que a muchas nos anima, es la posibilidad de provocar una verdadera renovación generacional. Nuestro trabajo debe consistir en preparar el camino, pero sin indicar la dirección. Eso sólo puede hacerse desde el ámbito cultural, el ámbito político está paralizado.
Resulta curioso que mientras izquierda y derecha reclaman unidad, la naturaleza exija diversidad. Los políticos dicen conocer todas las respuestas; no han comprendido hasta que punto han cambiado las preguntas. La unidad no es plural, es uniforme, rígida: no sabe adaptarse. El trabajo en red no sabe de unidades, la unidad sólo se conecta consigo misma y rechaza todo lo que le es ajeno. La unidad busca el poder, la pluralidad el equilibrio.
No nos interesa el poder, nos interesa el equilibrio. Esto sólo puede intentarse desde la cultura. En cultura todo lo que tiende a la uniformidad muere, sólo aquello que acepta lo diferente crece, y lo hace para aumentar su complejidad. Hay que abandonar la zona de confort que con tanto trabajo hemos creado y salir al encuentro de lo diferente. Nadie, decía Heráclito, se baña dos veces en el mismo río; nostras tampoco.
Resulta curioso que mientras izquierda y derecha reclaman unidad, la naturaleza exija diversidad.
Necesitamos empezar a trabajar con quien hasta ahora no lo hacíamos y hacerlo respetando su diferencia; no tratando de convencerlas para que piensen como nosotras. La unidad es narcisismo (amor al yo) y necesitamos aprender a amar lo diferente. Eso es imposible desde las viejas estructuras políticas, donde la unidad se resume en un: vótame, se como yo.
El Ateneo Republicano de Tudela saldrá adelante fomentando la diversidad, en lo cultural y en lo político. Saldrá adelante sólo si es Ateneo, sólo si es Republicano y sólo si atiende a la realidad de Tudela. Necesitamos, Tudela necesita, un espacio sereno y plural para pensar, para pensarnos. Podremos construirlo juntas, sólo si seguimos siendo diferentes. Se llama pluralidad y es nuestra apuesta.