Será sin duda uno de esos veranos que marcan muchas diferencias con otros que recordemos. Un agosto que no da tregua a una crisis de salud nunca conocida que provoca una crisis económica de magnitud impredecible y a ésto se une una crisis institucional que abochorna a cualquier persona con sentido de la responsabilidad.
La crisis de los Borbones.
El rey emérito el protegido, se ha fugado literalmente del país que ha regentado durante 40 años y al parecer no pasa nada. Si, si pasa.
Pasa que todo el mundo de la intelectualidad, unido a la mayoría de los medios de comunicación, tratan de proteger y justificar mediante campaña al fugado.
Sólo me queda el refugio y consuelo de leer a algunos hispanistas y pensadores Paul Preston, Ian Gibson o mi respetado Javier Pérez Royo para encontrar refugio y la mirada a otra realidad. Mi realidad.
Dice Gibson, ninguno de los Borbones ha condenado la dictadura franquista. Y es cierto.
Pérez Royo escribe sobre lo ocurrido como la «Quiebra de la presunción de legitimidad» que es un tratado de democracia total. Dice el autor entre otras cosas que» el principio de legitimidad es el fundamento en el que descansa el principio de legalidad, sin el cual éste último no podría operar».
Es de una contundencia difícil de rebatir.
Sin embargo creo que se orquesta una contrarreacción a todo lo que sea investigar, informar, clarificar y avanzar en transparencia, que abruma. Grupos de la cámara como Unidas Podemos, Ezquerra Republicana y otros han solicitado comparecencias en el congreso de los diputados que seguramente serán denegadas.

No se puede volver a cerrar en falso
Soy hija del pacto de la transición y de la Constitución del 77, hubo errores y aciertos.
Si el error entonces cometido y no enmendado de aceptar que la monarquía fuera la que pilotara la transición a la democracia sin limpiar el aparato franquista y hoy ese monarca, se fuga de España y no pasa nada y se mira para otro lado, este país será rehén de no tratar los asuntos de Estado de envergadura con la responsabilidad necesaria para avanzar hacia una democracia plena.
No sé puede volver a cerrar en falso como se hizo en el 78, los grandes problemas, como es la crisis institucional y la quiebra democrática de la monarquía borbonica.
» una crisis institucional de la monarquía que se puede llevar por delante un gobierno legítimo»
El acuerdo del 78 nos costó olvidar a quienes defendieron el gobierno legítimo de la II República. El acuerdo que parece se está fraguando pretende pasar página de una crisis institucional de la monarquía que se puede llevar por delante un gobierno legítimo, cuestionado por los poderes económicos y mediáticos. La TVE, que pagamos con nuestros impuestos, también colabora en no hacer el papel de informar, investigar y pedir transparencia en lo ocurrido.
La monarquía se ha convertido en «El problema de éste país»
Sé pregunta Pérez Royo si pueden los ciudadanos seguir creyendo en la legitimidad del Estado, cuando se tiene conocimiento de que la conducta del Rey se ha desviado gravemente de lo que la constitución prevé. Ésta es la gran cuestión.
En éstos años he comprobado que las cosas no se podían haber hecho de forma más justa.
Con una democracia consolidada por mayorías absolutas de gobiernos socialistas, no se ha restituido la verdad. Una ley de memoria histórica que no llega para reparar a las víctimas del franquismo. La derecha nos ha robado el discurso de la verdadera historia, se ha impuesto el relato de quienes ganaron una guerra con golpe de estado, a un gobierno legítimo.
Ahora se trata de no volver a caer en el error de olvidar. La monarquía se ha convertido en «El problema de éste país». Sé trata en definitiva de lograr que nuestra sociedad se respete a sí misma. Establezca el necesario debate institucional sobre la forma de estado que queremos.
Si la sociedad no es capaz de enfrentarse a un problema como el de la conducta del rey emérito y del actual regente, que acordó la huida de su padre, mirando para otro lado y el gobierno se desentiende de exigir información y transparencia, es señal de una gran descomposición política.
Será imperdonable que se imponga el relato de la mentira y falsedad.